Los antropólogos y biólogos se jactan de conocer a detalle todas las etapas de la historia del universo y de la vida del hombre sobre la tierra. Sin embargo, y de manera más frecuente, aparecen nuevos hallazgos con el potencial de echar por tierra todas las teorías reconocidas.

Este es el caso de la Cueva de los Tayos en Ecuador, donde se han descubierto notables indicios de que ese lugar pudo ser la cuna de una civilización ancestral escondida en las entrañas de la tierra…



Nos produce suspicacia que en un mundo donde se le da publicidad a tantas cosas sin importancia, no haya espacio para dar a conocer al público un hallazgo tan significativo como la Cueva de los Tayos.

Sabemos que esto no es casualidad, sino que forma parte de un modo de actuar deliberado para ocultar datos que puede afectar ciertos intereses de la comunidad científica al servicio de “no sabemos quién”.

 

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El misterio de la cueva de los Tayos

Es muy probable que estas formaciones rocosas fueran el refugio erigido en las entrañas de la tierra por parte de una avanzada civilización ancestral, para protegerse de las inclemencias climáticas de la Edad de Hielo.

La Cueva de los Tayos se llama así por ser el hábitat de unas aves nocturnas llamadas «tayos». Se encuentra al oriente de Ecuador, en una zona montañosa irregular conocida como la cordillera del Cóndor.

La entrada de esta cueva se halla a unos 800 metros de altura, no obstante, no se descarta que pudiera existir alguna otra entrada secundaria.

Esta construcción en realidad no puede tratarse como una caverna natural, sino de una edificación hecha por la mano del hombre hace unos 40.000 años, es decir, esto obliga a hacer un borrón y cuenta nueva en la historia oficial que nos enseñan en la escuela sobre el poblamiento original del territorio Americano.

 



          

Esta cueva guarda la entrada a unos túneles labrados, que recorren miles de kilómetros y países, por toda América y por todo el mundo, y que fueron construidos hace miles de años por una civilización no humana antediluviana.

Estatuilla de Antiguo Astronauta de «3.000 años de antigüedad» encontrada en Capadocia, Turquía

Mediante estos gigantescos túneles subterráneos están conectadas las distintas zonas geográficas del planeta, como el Tíbet, Machu Pichu, el País Cátaro, Toledo, Capadoccia

Por ejemplo, en el País Cátaro, cuentan las leyendas que el Monte Bugarach guarda una de estas entradas al mundo intraterreno.

O por ejemplo tenemos también la leyenda de la ciudad de Erks, al noroeste del Cerro Uritorco, cerca de Capilla del Monte, en Argentina. Lo mismo que las leyendas intraterrenas de Shambala en el Himalaya.

Es decir, hay distintas salidas a la superficie de la Tierra, desde una inmensa red de túneles subterráneos.



          

Según la teoría evolutiva darwiniana, el primer hombre sobre la faz de la tierra pudo haber surgido en África y de allí se diseminó por todo el mundo; sin embargo, este hallazgo da cuenta de que aun antes de la Edad de Hielo ya existía en América una civilización muy avanzada capaz de realizar una red de túneles de esta magnitud para asegurar su supervivencia.

Esto obliga a replantear la historia y a pensar en que América bien pudo ser el lugar donde evolucionó de forma independiente una raza de humanos muy avanzada que nada tuvieron que ver con las poblaciones de Asia, Europa o África; o lo que resulta más razonable que América fue el lugar de origen de una avanzada especie alienígena que se propuso mantener este continente aislado de las demás poblaciones del planeta por miles de años.



          

El religioso salesiano Carlo Crespi (Milán 1891 – Ecuador 1982), fue un sacerdote erudito y multifacético; que tenía conocimiento de la Cueva de los Tayos, en el Ecuador, desde hacía décadas, y muchas de las piezas arqueológicas procedentes de esa cueva, que le proporcionaban los nativos shuaras de la selva oriental, las guardaba en el patio de la Iglesia de María Auxiliadora en la ciudad de Cuenca, Ecuador.

Las planchas metálicas, muchas de oro, y objetos variados que guardaba el padre Crespi, tenían un valor incalculable, sobre todo en cuanto a los códigos de escritura que recogían y la información valiosa, que una antigua civilización muy pretérita en el tiempo, había reflejado en aquellos objetos.



          

En 1950 apareció en América un personaje de origen húngaro y nacionalizado argentino, llamado Juan Moricz, (Hungría, 1923), buscando las entradas al mundo intraterreno.

Juan Moricz era aficionado a la espeleología y experto conocedor de las leyendas antiguas; de hecho, se sospecha, que dado el alto grado de conocimientos esotéricos que poseía, especialmente relacionados con el mundo intraterreno, pertenecía a alguna sociedad secreta de corte germánica o del norte de Europa; unas corrientes intelectuales esotéricas que habían estado muy de moda en la época de la Europa Nazi.



          

Después de haber visitado distintos países suramericanos, como Argentina, Bolivia y Perú, las investigaciones llevaron a Moricz a Ecuador.

Con la ayuda de los Shuaras, indios nativos de la selva oriental del Ecuador, que viven en las inmediaciones de la cueva, Moricz descubrió en 1969 la entrada de la Cueva de los Tayos, y fue el primero en divulgar al mundo la existencia de esta cueva y los tesoros que había en sus profundidades.

Según el Acta Notarial del hallazgo del 21 de julio de 1969 en Guayaquil se puede leer:

«He descubierto valiosos objetos de gran valor cultural e histórico para la humanidad. Los objetos consisten especialmente en láminas metálicas que contienen probablemente el resumen de la historia de una civilización extinguida, de la cual no tenemos hasta la fecha el menor indicio».

Según Moricz, la Biblioteca Metálica de la Cueva de los Tayos registra una historia antigua que tuvo lugar en la Tierra, y que retrocede en el tiempo hasta 250.000 años.



El descubrimiento asombroso de Juan Moricz atrajo al escritor e investigador suizo Erich Von Däniken hacia el Ecuador y la Cueva de los Tayos, entrevistándose con Moricz y con el padre Crespi, para recoger una información que se plasmó en su libro «El Oro de los dioses» de 1974; un best seller del que se vendieron 5 millones y medio de ejemplares y que fue traducido en 25 idiomas.

Erich Von Däniken conversando con Juan Moricz

El éxito de los libros de aventuras arqueológicas de Däniken, vislumbrando antiguas civilizaciones en la Tierra, arrasaba en Europa en la década de 1970.

Pese a algunas críticas que le han llovido con el tiempo, la verdad es que nunca un escritor investigador del pasado ha tenido tanto éxito como Däniken.

Y una de las críticas más amargas fue que Moricz, que a fin de cuentas era el descubridor, no recibió ni una sola moneda por su inestimable colaboración con Däniken.

          



En el año de 1976 se realizaría una nueva expedición secreta, desvergonzada e infame a la cueva de los Tayos. Uno de los integrantes era el astronauta Neil Armstrong, que tenía experiencia en haber sido testigo y haber visto, ya antes, rastros, huellas y objetos extraterrestres y de otras civilizaciones, en La Luna, durante la Misión Espacial del Apollo 11.

El astronauta Neil Armstrong y el ingeniero escocés Stanley Hall

La expedición se valió de la ayuda de los guías nativos shuaras, los cuales declararon posteriormente que se sintieron utilizados y coaccionados.

Se dice que la expedición salió al menos con cuatro cajas de madera, llenas de piezas antiguas, y desde entonces pesa un manto de silencio sobre aquella extraña expedición de 1976.

El descubridor húngaro-argentino, Juan Moricz, murió en extrañas circunstancias, nunca aclaradas, en 1991, dejando a Julio Goyen Aguado como heredero de toda su fortuna de tesoros arqueológicos.

Ya en 1999, el espeleólogo argentino, de origen vasco, Julio Goyen Aguado, que estuvo presente en la expedición de 1976, y heredero del tesoro Moricz, falleció en un accidente de tráfico, al volcar de madrugada su camioneta en una carretera próxima a San Rafael, en las cercanías de un puente sobre el río Diamante, al sur de Mendoza.



          

Entre 1995 y 1998 se desató una absurda y cruel guerra entre Perú y Ecuador por una disputa de demarcación de fronteras, conocida como el Conflicto del Cenepa, llamado así por el río Cenepa que da también nombre a la zona.

Se dice que había unos intereses petrolíferos, pero lo cierto es que también dentro de la zona en disputa se hallaba casualmente la Cueva de los Tayos. El conflicto se cobró cientos de muertos.

En Enero del 2017, veinte personas, resguardadas por las Fuerzas Armadas, miembros de las Fuerzas Iwias y guías shuares emprendieron la última exploración a la Cueva de los Tayos, en Morona Santiago, en el Oriente.

Raúl Cabrera, productor audiovisual de Nómad-A motivó este viaje al sur del país, impulsado por las historias que leyó de niño de Erich von Dániken, en El oro de los dioses.

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