La geoingeniería solar podría ayudar a combatir el cambio climático

La idea de la «geoingeniería solar», o de disparar partículas de valor incalculable a la estratosfera para reducir el calentamiento del Sol, se considera desde hace tiempo un último recurso para hacer frente a la creciente crisis climática.

A pesar de la gran oposición que suscita la idea de intervenir en ecosistemas enteros a la vez, cada vez son más los científicos que empiezan a estudiar seriamente esta posibilidad.

Justo el mes pasado, la Casa Blanca anunció un plan de investigación de cinco años para estudiar la geoingeniería, una señal de que la idea ha salido del ámbito de la ciencia ficción en medio de un periodo de rápido aumento de las temperaturas y de fracaso de los objetivos climáticos.

Incluso con un cese casi total del uso de combustibles fósiles, la humanidad se dirige hacia una catástrofe. El Acuerdo de París, un tratado internacional jurídicamente vinculante sobre el cambio climático, fue adoptado por 196 países, que acordaron hacer todo lo posible para limitar el calentamiento global a un nivel lo más cercano posible a 1,5 grados centígrados.

Pero alcanzar ese objetivo ha resultado casi imposible. Según un informe de octubre de la ONU sobre el cambio climático, nuestros esfuerzos por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero han sido insuficientes para alcanzar ese objetivo a finales de siglo.

Este panorama tan sombrío hace que cada vez más investigadores recurran a la geoingeniería como posible último recurso.

Al igual que las partículas liberadas por un gran volcán -se ha demostrado que las erupciones anteriores provocan un descenso de las temperaturas-, la inyección de dióxido de azufre en aerosol en la estratosfera podría tener resultados similares.

Aunque hay consenso entre los expertos en que es muy probable que estas partículas puedan dar sombra y enfriar la superficie de abajo, solo estamos empezando a comprender los posibles efectos secundarios, sobre todo a escala global.

Por ejemplo, las fluctuaciones de temperatura podrían desencadenar fenómenos meteorológicos extremos, como inundaciones, en lugares inesperados del mundo. Un aumento de los depósitos locales podría incluso permitir la propagación de enfermedades como la malaria, ya que The New Yorker informa.

También está el hecho de que los esfuerzos de geoingeniería de un país podrían tener amplias y potencialmente desastrosas ramificaciones políticas.

«Creemos que no existe ningún sistema de gobierno que pueda decidir esto, y que ninguno es plausible», dijo a la revista Frank Biermann, politólogo de la Universidad de Utrecht. «Habría que tomar decisiones sobre la duración, el grado, y si hay conflictos -‘queremos un poco más aquí, un poco menos aquí’-, todo esto necesita una adjudicación».

En resumen, se trata de una idea muy controvertida que no puede salir adelante, ya que requeriría la aprobación de todo el mundo.

Por ejemplo, la única vez que los científicos intentaron activamente probar la idea, fue cerrada casi inmediatamente, con grupos activistas escribiendo una carta que incluso la famosa ecologista Greta Thunberg firmó.

A pesar de la oposición, los líderes mundiales están cada vez más desesperados ante el peligro de una catástrofe climática de proporciones sin precedentes.

«La geoingeniería como posible solución a esta catástrofe se convertirá definitivamente en la única opción de último recurso si nosotros, como comunidad mundial, continuamos por el camino que llevamos», dijo el ecologista Anote Tong, ex presidente de Kiribati, una pequeña nación insular que ya se ha visto muy afectada por la subida del nivel del mar.

¿Llegará un momento en que la humanidad tenga que recurrir a medidas tan drásticas como la geoingeniería? Teniendo en cuenta nuestro historial reciente, no es del todo descartable.

Sin más por el momento …

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