Ante un desacato o desobediencia del alumno hacia el maestro, este procedía a golpear las palmas de las manos con una regla como castigo y,si escondía la mano, era doble golpe.
Dejar parado contra la pared sosteniendo libros en ambas manos con los brazos extendidos y, si la falta era grave, con ladrillos.
Era otra forma de castigo.
La figura del maestro representaba una autoridad que imponía respeto frente al grupo.
Con el tiempo las reformas educativas y pedagógicas, evolucionaron protegiendo los derechos de los niños y adolescentes, al grado, de que hoy día el maestro no puede ni palmear la espalda a un alumno.
El maestro ha perdido autoridad frente a grupo, quedó atrás ese lema y su aplicación: " LA LETRA CON SANGRE ENTRA".
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