Hasta tal punto les importaba poco, que en el matrimonio sumerio se añadían cinco o seis meses de relaciones prematrimoniales previas a la boda, con sexo incluido, y durante los cuales podía romperse el acuerdo matrimonial sin problema. Se ha conservado un refrán típico que dice: “¿Acaso debo reservar mi vientre para el viento?”.

El matrimonio se parecía poco a la institución judeocristiana que conocemos. Entre los dos ríos, era un simple contrato social sin connotaciones religiosas. 

Para los sumerios el sexo era bueno, y debía practicarse como parte fundamental de la vida, por una parte porque la diosa más grande, Inanna (Ishtar), lo ordenaba, y por otra porque permitía tener hijos.

Precisamente, en el pasaje de la prostituta Shamhat en la Epopeya de Gilgamesh, se indica que para los sumerios la civilización le llegó al hombre de la mano de la sexualidad. 

La fiesta más grande de los dos ríos era la del Año Nuevo, que se celebraba en honor de Inanna, y durante la cual se practicaba el sexo por todos los rincones. Y esto de “todos los rincones” no es en sentido figurado. Ellos no tenían ningún prejuicio a la hora de copular en público.

Lo que se aporta a quienes leen este sitio, es una interpretación de ciertas fuentes. La interpretación propia de dichas fuentes. Y pueden estar equivocadas. Más aún, divulgamos para aprender, y aprendemos más cuando nos equivocamos y nos corrigen.

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