El fotógrafo estaba nadando en unas aguas infestadas de medusas, que habían proliferado por las altas temperaturas del agua, cuando se apercibió de la sorprendente escena:
una tortuga viajando a lomos de una medusa. No sabemos si lo hacía por comodidad o por descansar un rato en un blando “colchón”. En cualquier caso, parece que también en el mundo animal se cumple el dicho de que “el que no corre, vuela”.