* Desde que tuvo contacto con los mexicas en 1519, el conquistador vio con asombro cómo los nativos sacrificaban cientos de seres humanos, troceaban sus cadáveres y cocinaban las diferentes partes con verdura antes de comérselas



         

         

Según las investigaciones del arqueólogo Gabino López Arenas, los gobernantes, sacerdotes y algunos guerreros mexicas o aztecas, practicaron el canibalismo en rituales de carácter religioso.

Así lo ha anunciado el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México a través de un comunicado.

 

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Para llegar a semejante conclusión se han examinado un conjunto de 45 cráneos humanos y alrededor de 250 mandíbulas inferiores que fueron depositadas como ofrendas en el Templo Mayor y en recintos aledaños.

El Templo Mayor fue el centro espiritual de los mexicas y está situado en el centro de Tenochtitlán, la gran capital, antecesora de la actual Ciudad de México; ahí se encontraron Tibias, peronés, húmeros y mandíbulas que presentan marcas de corte y exposición prolongada al fuego lo que ha permitido corroborar el carácter antropófago del pueblo mexica durante el período posclásico, del año 900 al 1521 D.C.

 



         

López Arenas afirma en su tesis “Decapitación y desmembramiento en rituales del recinto ceremonial de Tenochtitlán: una interpretación de su simbolismo” que las víctimas fueron inmoladas y descarnadas inmediatamente después, a juzgar por la gran cantidad de restos óseos con cortes o alteraciones que fueron realizadas en hueso fresco, además de huellas que demuestran su exposición directa al fuego.

"Estas prácticas tan macabras tenían como propósito absorber la fuerza divina que albergaba el cuerpo de los sacrificados. Para los mexicas, las víctimas humanas eran la encarnación de los dioses a los que representaban y, al comer su carne, practicaban una especie de comunión con la divinidad". 

El investigador cita a Francisco Cervantes de Salazar, un escritor toledano del siglo XVI, quien al referirse al ritual de la antropofagia detalló que las piernas y los brazos eran las partes más apreciadas y las que se consumían con mayor frecuencia; mientras que las manos y los pies se destinaban exclusivamente al gran sacerdote y al gobernante, al ser las más apetitosas.



         

López Arenas asegura en su tesis que la sangre nunca se consumía, ya que era alimento exclusivo de los dioses.

En cambio, y según escribió el historiador sevillano Diego Durán, los guerreros podían comer carne humana en ciertas ceremonias: En determinados festejos podían vestir de algodón y traer zapatos en palacio, comer carne masculina y beber vino. Además, podían recibir parte del tributo entregado por los pueblos conquistados.

"López Arenas explica que estos rituales se realizaban en fechas determinadas, como las fiestas del atlcahualo, el primer mes del año en el calendario mexica, durante las cuales sacrificaban niños en honor de los dioses del agua o de la lluvia y, una vez muertos, los cocían y se los comían."



         

Las ofrendas humanas eran entregadas a los sacerdotes para que llevaran a cabo la occisión ritual (muerte violenta), y así aportaran la energía vital de los seres humanos a los dioses: la de los guerreros cautivos sería destinada al Sol y la de los esclavos a los dioses del agua y de los mantenimientos.

Rituales semejantes se llevaron a cabo en otras latitudes y otras culturas, como la de los mayas en Guatemala.

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